No es la primera vez, ni será la última, que escuches ciertas cosas que merecen conocerse de antemano. Sobre todo cuando hablamos de coches y no, precisamente, porque nos gusten los coches, sino porque en ocasiones puede ser peligroso. Hay cosas que no deberían tomarse a la ligera cuando se trata de automóviles.
Una de ellas son los neumáticos. Son la única parte del coche que toca el suelo, el único contacto con el asfalto y, por desgracia, el apartado de un coche donde menos dinero se invierte. Y no sólo eso, sino que además, por si fuera poco, se llevan a cabo prácticas muy poco recomendables como usar neumáticos de segunda mano o aquellos que se vuelven a tallar para recuperar el dibujo.
Las llantas pueden mejorar la estética y estabilidad del vehículo, pero con las llantas grandes el consumo de combustible puede verse afectado. Al aumentar la resistencia al rodamiento y el peso, el motor trabaja más, elevando el gasto de combustible. Además, pueden reducir la aceleración y el confort. Equilibrar diseño y eficiencia es clave
Pero hay otro tema que, seguro, ha salido en alguna ocasión en conversaciones, que asegura que es mejor llevar los neumáticos con más presión que la recomendada por el fabricante. Las excusas más utilizadas para justificar esta afirmación se centran en un menor consumo de combustible y un menor desgaste del neumático. Totalmente falsas las dos, como cabe esperar y vamos a contar el motivo.
Además de los millones de euros que un fabricante de coches invierte en el desarrollo de cada modelo, incluyendo pruebas de circulación y simulaciones en ordenador de última generación (comparados con lo que tenemos en casa, son casi de la NASA), debemos sumar la inversión en Investigación y Desarrollo que realizan los fabricantes de neumáticos.
Inversión que se centra en lograr un buen producto, con un agarre máximo a la carrera y un desgaste equitativo a sus prestaciones, siempre y cuando se contemple las recomendaciones que ellos realizar.
Dichas recomendaciones son referente a su presión y al estado del dibujo, pues, tras miles de kilómetros de pruebas con muchísimas configuraciones distintas, se ha podido constatar cuál es la mejor presión de inflado para cada coche y cuál es el dibujo mínimo que asegura una buena evacuación del agua (teniendo en cuenta peso, potencia, tamaño del vehículo e incluso distintos tipos de conducción).
Por tanto, si un fabricante dice que las presiones de las ruedas deben ser de 2,2 bares (por poner un ejemplo), es que tienen que ser 2,2 bares. Si ponemos más presión en las ruedas, no consumimos menos combustible ni los neumáticos se gastan menos.
Lo que estamos haciendo es deformar la banda de rodadura, esa zona del neumático que apoya directamente contra el asfalto. Al deformarla, lógicamente, no realiza la función para la que fue diseñada correctamente provocando varios problemas.
- No evacua el agua correctamente y se puede perder el control del coche con suelo mojado.
- Al estar deformada, no apoya correctamente contra el asfalto y ofrece menos agarre a la carretera, siendo causa de accidente por pérdida de control en curva. Además, como la superficie de apoyo es menor, el coche frena menos.
- El neumático se desgasta de forma irregular, únicamente por el centro, produciendo vibraciones y un comportamiento deficiente del coche durante muchos menos kilómetros.
Lo único cierto de las excusas para poner una mayor presión en las ruedas es la del consumo. Sí, el coche consume menos combustible pero la diferencia es tan efímera, que resulta estúpido siquiera tenerla en cuenta.