Adiós verano, hola otoño, carreteras llenas de hojas y lluvia. El regreso de las vacaciones nos trae de nuevo paisajes marrones y pardos, cielos grises y días más cortos, combinado con el regreso de los más pequeños al colegio y los típicos desplazamientos de casa al trabajo y del trabajo a casa. Es el regreso a lo cotidiano.
El final del verano y el comienzo del otoño también están marcados por las lluvias, en algunos lugares especialmente elevadas, en otras, esporádicas, pero todas ellas con el mismo inconveniente: reducción de la adherencia y reducción de visibilidad en carretera. Andando la lluvia es molesta por el hecho de mojarnos, sobre todo si se acompaña de viento, que hace casi inservible el paraguas. Pero cuando vamos en coche, aunque sea mucho más cómodo, resulta un mayor riesgo.
Seguro que has escuchado la palabra ‘aquaplaning’, pero quizá solamente sepas que resulta peligroso cuando conducimos y poco más. El aquaplaning hace referencia a cuando uno o varios neumáticos pierden contacto con el suelo por culpa del agua acumulada. Se crea bajo la banda de rodadura una película de micras de grosor, que impide que la rueda toque el suelo y por tanto, provoca una pérdida de control del coche.
Este suceso puede aparecer por varios motivos y afectan a todos los coches del mercado, sin excepción, aunque unos lo sufren más que otros como pasaremos a contar. El primer motivo que debemos tener en cuenta es la carretera. No siempre se realiza el mantenimiento adecuado y es importante fijarse bien cuando vamos circulando si hay grandes acumulaciones de agua, asfalto roto o desniveles. Nuestro coche es otro factor importante, sobre todo lo que atañe a los neumáticos. Imprescindible montar material de calidad, mantener las presiones según datos del fabricante y sustituirlos cuando corresponda. Por último, uno de los motivos más comunes de aquaplaning es la velocidad.
Si nos encontramos grandes acumulaciones de agua en la carretera, lo mejor es evitarlas. En caso de no ser posible hay que reducir la velocidad antes de entrar en ellas. No sabemos la profundidad ni los objetos que pueda haber en el charco y si entramos con velocidad excesiva, perderemos el control del coche por aquaplaning y la resistencia que presenta el propio agua moverá el coche hacia cualquier lado sin poder evitarlo. Si frenamos dentro de la balsa, los neumáticos podrían bloquearse y ‘flotar’ sobre el agua, es decir, de nuevo, sufriríamos aquaplaning.
Unos neumáticos de poca calidad tienen muchos inconvenientes. Sí, es cierto que son más baratos, pero también ofrecen menor adherencia al asfalto y la evacuación del agua es deficiente. Esto contribuye al aquaplaning. No revisar la presión de los mismos provoca que se deformen y que los surcos que tienen, diseñados para sacar el agua hacia los laterales y permitir que el neumático toque el suelo, no realizarán su trabajo correctamente y por tanto, el neumático no tocará el suelo y tendremos aquaplaning. Si además, el neumático está desgastado, los surcos no serán suficientemente profundos y no podrán sacar el agua.
El exceso de velocidad con pavimento mojado tiene serias consecuencias. Primero, que no se permite a los neumáticos retirar el agua con suficiente eficacia, pudiendo llegar a ocurrir el aquaplaning cuando frenemos o queramos girar. Además, el agua ofrece resistencia al avance y entrar demasiado rápido en un charco puede suponer una pérdida brusca de velocidad y una pérdida total de contacto con el suelo.
Por último, el tipo de neumáticos y el tipo de coche también afectan. Cuanto más ancho sea el neumático, mayor cantidad de agua deberá evacuar y más proclive al aquaplaning será. Existen neumáticos de varios tipos: todo tiempo o ‘all season’, de verano y de invierno. El primero es un compromiso entre los otros dos, que están especialmente diseñados para determinadas situaciones. No obstante, el coche también afecta. Cuanto más potente, más fácil será saturar de trabajo a las ruedas si no tenemos cuidado y más sencillo que suframos aquaplaning.
Las ruedas que mueven el coche también son importantes; no es lo mismo un tracción delantera, un propulsión que un tracción total (conocidos como 4×4). Por lo general, el primero es el más fácil de controlar, el segundo es más complicado (usado mayoritariamente por deportivos) aunque la tecnología y los sistemas de seguridad ayudan mucho, mientras que el último es el que menos pérdidas de tracción tiene y el que más agarre consigue incluso en las peores condiciones.
Si sufrimos aquaplaning, nunca debemos pisar el freno; NUNCA. Lo que debemos hacer es dejar de acelerar, pisar el embrague y sujetar con fuerza el volante mientras lo mantenemos recto. En caso de obligación de maniobrar (evitar un impacto, por ejemplo), hay que mirar dónde queremos ir y realizar movimientos suaves y cortos con el volante, siempre sin tocar el freno, para no saturar de trabajo a las ruedas y permitir que recuperen el agarre con el suelo.